miércoles, 21 de enero de 2015

Jhericó y los habitantes de la noche -capítulo 5-

     Jhericó se queda inmóvil cuando una imagen se despeja en su cabeza. La claridad de la visión hace que su cuerpo se ponga rígido y en guardia: la criatura que tiene detrás y está a punto de atacarle es un Kenwuo, Está seguro de ello, siempre acompañan a estas criaturas, es un perro negro de la muerte. Según las historias que se cuentan,  un cruce entre Satanás y un Boerboel sacando lo peor de los dos. Y ahora lo tiene justo detrás.
     Un sonido imperceptible para el oído humano resuena en la noche y el kenwuo se retira pasando casi por encima de Jhericó, cuando el animal se reúne con su dueño éste mira hacia los contenedores donde Jhericó no da crédito a lo que ve: el ser vampírico le está mirando fijamente: "Esos ojos, esos ojos que me están mirando... ¿Dónde los he visto antes?". Se pregunta Jhericó mientras la criatura desaparece en medio de las sombras dejando un olor acre que le hace carraspear.

                       -¡Menudo cuajo tienes!- Oye detrás suyo Jhericó.
                       -Y suerte- contesta Jhericó sin dejar de mirar hacia el escenario donde ha ocurrido todo.
                       -¿Qué demonios era eso que estaba detrás tuyo... y la "cosa" que a aparecido en medio de la calle... ¡Por Dios...! ¡No he pasado más miedo en toda mi vida...!- dice con voz trémula y muy femenina la mujer que ahora se deja ver.
                       - Tú lo has dicho: "Demonios". Y será mejor que nos marchemos cuanto antes de aquí. El demonio alado me ha mirado a los ojos, sabía que estaba aquí, y aún así no me ha atacado. Por cierto, ¿Qué estabas haciendo aquí?- pregunta finalmente a la chica Jhericó.
                       -Pues he salido a tirar la basura, cuando ha empezado todo, te he visto ocultarte y por miedo he hecho lo mismo... Trabajo ahí- dice la chica señalando la puerta trasera de un restaurante.
             
  Jhericó se acerca a la chica, la mira a los ojos y le planta un beso en los labios.
       
                       - Esto para comprobar que aún sigo vivo- le dice Jhericó cogiéndola por la cintura-. Y ahora será mejor que entremos en el restaurante, no me vendrá mal tomar un bocado.
                       -Termino en una hora...- deja caer la chica casi en un susurro- Ah, me llamo Agustina, pero todos me llaman Tina.

   Los dos se encaminan hacia la puerta y antes de entrar Tina le da un apasionado beso a Jhericó y se le queda mirando.

                       -Yo también necesitaba saber que estaba viva. Y vive Dios que así es...


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