martes, 6 de enero de 2015

Jhericó y los habitantes de la noche. -capítulo 1-

   Como sombra que camina en la noche sin destino, Jhericó alarga sus pasos cuando advierte la presencia de otros congéneres nocturnos. La noche tiene sus reglas y la primera de ellas es dejar en paz a sus criaturas si no quieres verte en la tesitura de enfrentarte a ellas y eso es algo que Jhericó procura evitar siempre, aunque pocas veces lo logra.
                       - ¡Eh! Tú -le increpa un tipo lleno de tatuajes- ¿Dónde coño crees que vas? ¡Si quieres pasar por nuestra calle, tienes que pagar peaje! -dice a voz en grito mientras mira a sus colegas que van espaciando el terreno para cercar a Jhericó.
    Jhericó hace ademán de contestar, pero sabe que llegado a este punto ya no hay escapatoria y la confrontación es inevitable. Mientras los pandilleros van cogiendo posiciones, Jhericó va escrutando uno a uno a los adversarios, conoce bien las reglas de estas pandillas y si derriba al jefe de la manada tendrá una oportunidad, de lo contrario lo pasará mal. Son cinco a la vista pero hay más; por lo menos dos se han ocultado en la sombra de los contenedores que tiene a la derecha y un tercero ha retrocedido, seguramente para ver si puede acorralarlo por detrás.
     El chico tatuado, no tiene más de veinte, es un gigantón casi tan grande como él, le vuelve a increpar acercándose a Jhericó, mientras mira a su derecha, ahí está, la mirada del subalterno ha delatado la situación de su jefe. Jhericó, sin perder de vista al gigantón y a los demás, que van acorralándolo, examina al supuesto jefe pues sólo él puede dar la señal de ataque, y si es hábil puede que la pelea acabe antes de empezar.
    Jhericó echa a correr hacia el jefe de los pandilleros sorprendiendo a estos, que esperaban que su carrera fuese en sentido contrario y ahí le cazaría su compañero que ya estaba en disposición de cerrarle la escapatoria. Lo que no esperaban era precisamente que Jhericó se abalanzara sobre su jefe. A Jhericó le vasta un puñetazo en todo el estómago para dejar de rodillas al jefe de la banda mientras saca a Gabriel, su katana,  y se la pone en el cuello mientras le dice:
                       -Di a tus esbirros que se marchen si no quieres que te rebane el cuello ahora mismo.
  El pobre diablo, tan asustado como sorprendido por la rapidez de Jhericó, hace señas a sus esbirros para que se retiren, entre espasmos y convulsiones por el golpe recibido, que casi le hace vomitar.
  Los "hermanos" se miran unos a otros sin saber qué hacer, hasta que uno de ellos levanta la mano con el puño cerrado en señal de retirada, en unos segundos desaparecen, pero Jhericó sabe que no han ido lejos, están entre las sombras, ahora es su oportunidad, tiene que ser rápido, así que coge de la solapa del abrigo al pobre diablo, ahora entre vómitos y encogido por el estómago, y le alza a la altura de su cara.
                      - ¿Dónde está el antro más cercano? -le pregunta Jhericó al jefe de la pandilla que apenas puede articular palabra.
   El pobre diablo fija la mirada en un callejón adyacente y Jhericó ve unas luces que le son del todo conocidas, un antro es siempre un antro, pero para él es sitio seguro. Aún cogido de la solapa, el pobre diablo ve como Jhericó le lleva en volandas sin tocar el suelo, es entonces cuando ve con claridad la cara de Jhericó y sin mediar palabra se deja arrastrar hasta el tugurio mientras con la mano hace señas a sus lacayos para que no intervengan, por la mirada de Jhericó sabe que si lo hacen es hombre muerto.
  Cuando llegan a la puerta del antro, Jhericó deja en la puerta el cuerpo angustioso del matón, y por el rabillo del ojo ve a dos de sus secuaces adelantarse para cogerlo, mientras él entra en el tugurio.
 El portero, un "armario empotrado", se coloca en medio de la puerta y mira a los ojos de Jhericó mientras le dice:
                     -He visto lo que ha pasado y me parece bien, pero si creas problemas dentro me los creas a mí y eso no nos gustaría a ninguno de los dos. ¿Verdad?
                     -Cuando escampen los perros, me avisas, sólo tomaré una copa- contesta Jhericó mientras echa a andar hacia dentro.
  El portero se planta en medio y tiende la mano abierta a Jhericó con una sonrisa en su cara.
                     -Se llama "Gabriel", es mi katana y siempre va conmigo...- le dice casi en un susurro Jhericó al portero mientras le bordea y se adentra en el local.

2 comentarios:

  1. Interesante capítulo que seguiremos en su continuación.
    Un abrazo.

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    1. Amigo Rafael, últimamente he empezado varias cosas y no las he seguido, he cogido de nuevo a mi personaje Jhericó pues parece que con él todo es más fácil. además como en anteriores entregas lo hago en riguroso "Directo" sin arreglos ni guión a seguir, espero que esta vez sí me lleguen las fuerzas para continuarlo. Un abrazo.

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