miércoles, 20 de enero de 2016

Del más allá.

   Cuando me descolgué para entrar por la boca del inipi (la cabaña de sudar), la oscuridad cegó mis ojos. El silencio cegó aún más mis sentidos, atorados por la inactividad, morir no estaba en mis planes pero ocurrió. La muerte es así, mueres sin más... y ya no estás; no sientes ni padeces; no hablas; no escuchas; no eres nada, simplemente porque nada queda de ti. Cuando mis pies desnudos tocaron el suelo, un calor seco y sofocante ascendió por mi piel atenazando mi nariz y amenazando con quemar mis pulmones si intentaba respirar. Miré hacia arriba en busca del último rayo de luz que se ahogaba cuando cegaron la entrada. La oscuridad se arropó entorno a mi cuerpo para asfixiar lo poco, o nada, que quedaba de recuerdos en mi desnudo cuerpo. Ahora ya no estoy, solo sé que soy, pero me pierdo en el dónde; en el cómo; en el ser. Y el único pensamiento que logra permanecer fiel a mí... es solo para ti.
 

4 comentarios:

  1. Cuando la "nada" es nada, simplemente tocamos el vacío y los recuerdos...
    Un abrazo.

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    1. Tienes toda la razón del mundo, la nada es solo nada, por ello es más propicia a sacar nuestros recuerdos a flote. Gracias por estar siempre ahí.

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  2. Esa situación que describes me ha recordado la última vez que me dormí en la mesa de quirófano.

    Un abrazo.

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    1. Esa línea entre el "aquí y el más allá" ha sido siempre una buena fuente de inspiración, espero que tu sueño fuese menos agónico que mi micro. Gracias, siempre tan atento.

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