viernes, 11 de septiembre de 2015

No lo sé: dímelo tú

En estos días tan aciagos para aquellos que tienen que dejar su país por culpa de la guerra o huyendo del hambre, o quién sabe de lo que huye, he leído toda clase de opiniones acerca del tema. He de decir que no salgo de mi asombro por ciertas opiniones que se vierten gratuitamente y que más allá de parecer xenófobas, lo son, y con un odio que escapa a mi entendimiento. Hasta ahora no he querido escribir nada al respecto porque no me tachen de "aprovechar" el momento para darme ese minuto de gloria. Lo siento pero yo me acojo a esa máxima que dice: "opina cuando todo esté tranquilo, entonces tendrás todas las cartas en tu mano" -este pensamiento es de cosecha propia-. Aún así, recuerdo a aquellos que opinan con la alegría del mastuerzo playero que muchos españoles, por los motivos que todos conocemos, tuvieron que salir con lo puesto de éste, su país. Siento si alguien se molesta por mis palabras pero si me callara no sería yo, entonces sería quien tú quieres que yo sea y eso no va a suceder nunca. La guerra no está justificada nunca... pero sucede. La emigración de los habitantes de un país en contra de su voluntad por los motivos que sean tampoco tiene justificación nunca... pero sucede. Si a ello añadimos; crueldad, odio y resentimiento hacia ellos por no profesar su misma religión, costumbres o cualquiera de las diferencias de pensamiento que tengamos con ellos, que sepáis que no somos justos, ni con ellos, ni con nosotros mismos. Que hay ladrones, asesinos, gente mala y todo lo que me queráis decir en contra de la emigración incontrolada, pues sí, os doy la razón, pero pensad que de "eso" hay en todos lados y pensar que "todo el monte es orégano"; no está bien, no es lícito y lo sabes. Me quedo con una frase que dijo un niño sirio de 13 años entre todo el tumulto y con toda su verdad a flor de piel. "Nosotros no queremos venir a Europa sino que Europa pare la Guerra de Siria". Me dio vergüenza ajena. Os dejo un Soneto al respecto.

No lo sé: dímelo tú.

Acaso la ventura sea el signo
errante de mi estigma en esta tierra.
Consiento con mi cielo y me persigno
delante de mi Dios cual ley de guerra.

Acaso de fronteras sea digno
discípulo del fiel arco de sierra.
La misma con la que me haces indigno
volante del destino que destierra.

A mi paso miradas de atención
crispan mi trasiego de gentilhombre...
y quizás ellos tengan  la razón.

Camino de un sino que desescombre
mi pena... ¡Dura senda de oblación!
¿Quién opina, sin saber, en mi nombre?

2 comentarios:

  1. Excelente reflexión, querido Paco; la solidaridad es tarea de todos; los tiempos y espacios del exilio son mudables y nadie puede cerrar los ojos.... Los otros, los demás, somos también nosotros...

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