jueves, 25 de septiembre de 2014

Impredecible ¿Cuestión de suerte?

    Ella se adentró en la cafetería, alisó su pelo, recompuso su rebeca y se sentó cruzando las piernas a la vez que colocaba en su sitio la falda para que nada quedara al aire, que no era cuestión de dar una imagen equivocada. Él enfiló su figura hacia la barra haciendo suyo el taburete de la esquina; ya establecido en su atalaya oteó la panorámica evaluando las posibilidades que se mostraban ante él: entonces fue cuando la vio.
  Lo tenía todo estudiado, una y mil veces repetido ante la caja tonta bien asentado en el sofá de la salita de casa: pasó su dedo pulgar por los labios, previamente humedecidos, con los ojos semicerrados pero con la mirada fija en su presa.
   Ella hizo un respingo con la nariz subida, apretó sus labios, dedicándole al susodicho galán una más que afilada mirada de estupor advenedizo -bien aleccionada, una y mil veces por su progenitora, muy  ducha en estos lances-, cambiando la postura de sus cruzadas piernas. En esas estaba, cuando al hacerse hacia detrás para coger equilibrio, la silla le hizo un extraño que la obligó a cogerse a la mesa pero con tanta mala suerte que todo su cuerpo se desequilibró viéndose lanzada hacia detrás sin socorro en su mano alzada al aire. Él, dándose cuenta de lo sucedido, saltó cual felino asustado desde su atalaya para prestar auxilio a la dama, más el destino le tenía agarrado el equilibrio y vino a dar de bruces con la susodicha señorita a la qué, sin querer, ayudó a caer hacia detrás con todo el impulso de los dos cuerpos apresados en la vorágine de la caída libre . . . Todos los presentes quedaron en suspenso a la vista de lo sucedido, nadie se movía por lo extraño de lo sucedido, hasta que del fondo del suelo, entre el tumulto de cuerpos, sillas, mesas y vajilla esturreada, la risa se hizo eco entre los dos contendientes, volviéndose carcajadas por momentos, era inexplicable pero cierto, estaban preparados para cualquier contingencia dentro de lo predecible, pero hay fuerzas que no podemos controlar. !Ah . . .¡ Ni el destino tampoco.

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