sábado, 13 de septiembre de 2014

Desahucio.

   Juan echa un último vistazo a su ex-casa -ahora el dueño es el banco-, su mujer, Ana, le pasa el brazo por el costado y le agarra por el torso, sabedora de los momentos tan difíciles a los que se han tenido que enfrentar y que han culminado en este desastre: han perdido su hogar. ¿El culpable? como siempre dice Juan: El demonio . . . y la mala suerte, a partes iguales.
   Ana mira a su marido -porque es suyo- a los ojos-.

         - Cariño, ¿lo has recogido todo?

         - No. -contesta Juan con la mirada perdida intentando encontrar algo que quizás hubiera perdido.

         - ¿Qué te falta por recoger? Cariño. - dice Ana poniendo la voz más dulce del mundo.

         - Lo que no me puedo llevar . . . - contesta Juan con la voz temblorosa y una lágrima atisbando por entre sus ojos.

4 comentarios:

  1. Siempre digo que se pude seguir adelante en la vida con sed y con hambre....pero no sin techo. El Juan de tu relato piensa lo mismo.

    Un abrazo, Paco.

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    1. Gracias Mercedes, yo pienso igual, es la clave. Un abrazo y siempre eres bienvenida.

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  2. Es una situación desesperante y una desesperación que se produce a diario entre los nuestros. Y todo, porque el dinero no se conforma con márgenes razonables, sino que padece de sed sempiterna que nunca se sacia.
    Un fuerte abrazo.

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  3. Real, como la vida misma que nos rodea.
    Un abrazo.

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