Si fue una tarde mala
bien me lo hiciste pagar.
Trémula hija de una madre
que halló en la desesperanza
su arma más dañina.
Solo el alma y la cantina
resbalan, vaso tras vaso,
trago a trago, las lágrimas
de una buena riña
que, por falsa, callamos
sin arrendarnos las ganancias.
Si el taburete se antoja piedra
y la barra se hizo almohada
dando sentido a la cordura,
tres vasos llenos sajan,
de medio y tres cuartos,
el corazón hecho de entrañas.
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