- No tengo alternativa . . . y lo sabes Juan. Arranca de una vez, antes de que alguien empiece a preguntarse qué hacen dos gilipollas en una lancha a estas horas.
- Ray, mírame a los ojos, si zarpo no habrá vuelta atrás, eres mi hermano pequeño, no tienes porqué hacerlo...
- Sabes que le debo dinero al hijo de puta del Gordo y si no se lo devuelvo mañana lo voy a pasar mal...- contesta Ray mirando de hito en hito a su hermano, sin pestañear, aguantando la mirada como si el miedo no fuera con él. En su interior le temblaba hasta el alma.
- Como quieras, vamos allá. Ah, nada de heroicidades, si aparece la lancha o el helicóptero lo tiras todo por la borda, ¿Me oyes?- le dice Juan dando un apretón del brazo a Ray- Lo tiras todo, asiente con la cabeza si me has entendido- sigue inquiriéndole mientras los potentes fuera-bordas convierten el silencio de la noche en un estruendo ensordecedor.
Ray baja la mirada y asiente con la cabeza mientras se zafa de la zarpa de su hermano mayor. Vuelve a mirarlo con la extrañeza de quien sabe que este no es su sitio, tampoco el de su hermano pero así es la vida. . .
- ¡Pues vamos allá ... !- grita Juan al viento mientras el embarcadero se va diluyendo.
Ray se agarra como puede a la barra de acero que le sirve de asidero mientras la lancha se pierde entre los saltos de espuma, el viento en la cara y el miedo en el alma, en una noche sin luna.
Tercera entrega de este nuevo relato que seguimos con interés.
ResponderEliminarUn abrazo.
Amigo Rafael, Tú mejor que nadie para saber que esto se puede cortar en cualquier momento, lo intentaré aunque voy "dando palos de ciego" y cualquier madero es asidero de vida en el mar. Gracias por tu asiduidad hacia blog. Un fuerte abrazo.
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