Vienen a mí los caminos por recorrer;
veo de lejos su destino
para señalar allá en el horizonte
una guía alternativa al rumbo.
Los riscos de las laderas,
atenazan los refugios de los valles
y sus precipicios vagan
en busca de algunas víctimas propicias,
suben trepando ahogados cánticos
de almas lesas, agraviadas por el fatídico final.
Mi rumbo, cual engañada brújula
no separa del camino, ni hambre,
ni tampoco el buen vino.
¡Qué buenos esos masajes para los calambres!
¡Lástima que queden tan lejos esos dedos
que tanto aliviaron mis andares!
Camino y tiento, soltando por mi boca el aliento
y una canción que aprendí en la linde del camino
mientras degustaba miel acompasada
de buena charla y mejores tertulianos.
He me aquí en la disyuntiva:
seguir el camino que se me revela ante mis ojos
o hacer depósito de huella propia,
calzando mis pies de nuevas rutas.
Ese cruce de caminos lo sufrimos muchas veces.
ResponderEliminarUn abrazo.