-El reloj de arena que llevas en la mano no te pertenece. No es tu tiempo el que cuenta. -me contestó el viajero mientras daba vuelta a su cabeza mirándome con dulzura.
-No acierto a comprender qué quieres decir, no llevo ningún reloj en mis manos y menos aún de arena...
-Mira bien entre tus manos- me dijo mientras hacía alto en su camino y se volvía para ponerse frente a mí.
Para mi asombro, un reloj de arena apareció, como por arte de magia, entre mis manos... lo más asombroso era que el reloj no tocaba mi piel, permanecía envuelto en un aura luminosa flotando a una milésima sin llegar a rozar mis palmas. Mi cara de sorpresa tuvo que ser mayúscula pues el caminante sonrió dulcemente con cara de comprender mi impresión.
-¡Qué demonios...! -grité mientras saltaba hacia detrás dando palmadas en un intento de hacer desaparecer el susodicho reloj.
-No te preocupes, ya te he dicho que no te pertenece pues no es tu tiempo el que cuenta. Tienes que estar atento a las señales, hazme caso, las señales serán las que te indique lo que tienes que hacer, ve con Dios pues solo Él puede dar sentido a tu vida.
Original relato.
ResponderEliminarUn abrazo.