Un hombre se encuentra con una ardilla y se queda mirando fascinado porque llevaba una bellota entre sus dientes y se le quedó mirando fijamente sin soltar el suculento fruto.
El hombre, mostrando su mejor sonrisa de dientes blanqueados y relucientes, se le acercó para acariciarla en un intento de hacerse amigo del animal.
La ardilla, sin soltar la bellota, salió por patas y se subió a un poste de la la luz hasta alcanzar la trenzada y, cuando se vió en la seguridad de las alturas, se quedó mirando al hombre sonriente mientras pensaba:" Tú enseña los dientes que quieras pero la bellota es mía".
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