sábado, 26 de julio de 2014

Premonición

           - ¡Hola pequeña! ¿Por qué lloras? . . . ¿Y dónde están tus padres?- Le pregunto a la niñita rubia que pasa por mi lado mirando de un lado a otro, sorbiendo sus moquillos y quitándose las húmedas lágrimas con el puño de su jersey.
 
           -No puedo hablar con extraños, eso es lo que me dice mi papi- me contesta mirándome muy afligida.

          - Eso está muy bien, no debes hablar con extraños. Me llamo Leo- le digo estrechándole la mano, mientras me agacho poniéndome en cuclillas frente a ella -. Y ahora que me conoces, ¿me dirás dónde están tus padres y qué estás haciendo aquí sola?

          - Estoy buscando mi muñeca; se ha ido y no la encuentro- me dice sollozando mientras se pasa el dorso de la mano por su carita para apartar las lágrimas de sus ojos.

         -Me levanto para otear desde más arriba a mi alrededor, por si la muñeca estuviese a la vista y, cuando vuelvo la vista a la niña . . . ¡No está!

  Un sofoco me viene a la cabeza y comienzo a mirar a mi alrededor, como loco, para ver si la encuentro pero nada hay que me indique  dónde está;  ni la muñeca, ni la niña, ni tan siquiera unos padres corriendo de un lado a otro en busca de una niña perdida . . . Me quedo dubitativo y un pensamiento de incertidumbre pasa por mi cabeza haciéndome sentir extraño. . . Rápidamente agarro el móvil de mi bolsillo y con las manos temblorosas llamo a mi mujer para preguntarle por mi hija, la respuesta no se hace esperar:

          - La llevaba de la mano y cuando he comprado unos caramelos la he soltado para pagar . . . ¡Por Dios! ha sido solo un segundo . . . - me dice compungida entre lágrimas y sollozos.

          - ¡Nena, nena! tranquilízate- alcanzo a decirle mientras la sangre se agolpa en mi cabeza, amenazando con embotarla- Respira cielo, vamos,  T r a n q u i l í z a t e - le repito muy despacio en un intento de infundirle serenidad-. Ahora, límpiate las lágrimas, y mira alrededor tuya, tiene que haber una tienda de muñecas o algún establecimiento que tengan muñecas . . . ¡Dime algo por favor!

   Sólo oigo el golpe seco que produce el móvil al golpear el suelo y, justo antes de deshacerse en cada uno de los pedazos que lo componen, oigo una risa de locura seguida de un gritito de liberación mientras oigo un taconeo frenético mientras mi  mujer suelta un grito de alivio: ¡Mi niña, mi niña . . .!

    Vuelvo a mirar a  mi alrededor, ya más tranquilo, y el andén de la estación está casi vacío, recompongo mi chaqueta, me meto el móvil en el bolsillo y me dispongo a salir de allí cuando algo me hace volver la cabeza hacia la cafetería, por un momento me parece ver . . .  no. Un suspiro de alivio sale de mis pulmones y escapa por mi boca, cuando un empleado del tren, que ha salido de la cafetería con algo de espuma de café en sus labios se cruza por delante mío y me cuca un ojo . . . le devuelvo el guiño mientras una sonrisa escapa de mi boca.

 

2 comentarios:

  1. Yo creo en esas premoniciones cuando se trata de un ser muy querido.Algo nos dice el corazón si sabemos escucharlo.
    Un relato que atrapa y que tiene todos los elementos necesarios para hacerlo interesante.

    Abrazos.

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