Vuelve a mí el sol
en el amanecer de esta invernal primavera,
con una explosión de claridad lumínica
desbordante y cercana de felicidad.
Los almendros, sorprendidos, florecen
en todo su esplendor,
ofreciendo esa visión espectacular
a quien sabe mirar.
El mar ¡ay, el mar! Cadencia sonora,
azul políglota exento de pasaporte, apátrida,
colaborador necesario en nuestras torpezas,
en nuestro afán de erigir líneas allá donde no las hay.
Vuelve a mí el sol en busca de vida,
para mostrar que todo es nada
que esta larga vida pasa tan deprisa
como efímera es.
Todo circulo es imprevisible en sí mismo:
la entrada asimila trazas de salida
en las que no hay vuelta atrás.
Somos únicos e irrepetibles,
lo que implica tener fecha de caducidad:
solo tenemos que darnos cuenta.
Vuelvo a tu poesía con la sensación de quien regresa a una playa conocida. Coincido contigo en pensar que el gran tema de cada vida es el tiempo, ese río que fluye a trasmano, como encauzado por ilusiones, desajustes y sueños. Un abrazo, poeta.
ResponderEliminarMuchas gracias amigo. Siempre respeto tu opinión, aún cuando usas la palabra "poeta" para referirte a mí. Simplemente un aficionado que no respeta las reglas a sabiendas de que existen y están para cumplirlas. Un abrazo entrañable de amistad.
ResponderEliminarEs cierto que parece que vuelve la vida con este tiempo que tenemos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Precioso, tocayo. Has hecho una muy bella y acertada descripción con palabras muy emotivas.
ResponderEliminarUn abrazo.