Buenas noches.
Si hay alguien con problemas de corazón, le pido por favor que abandone
la sala.
Los globos son mi pequeño homenaje a
Sthepen King. Un maestro del terror, capaz de convertir algo tan inocente, como
un globo, en un elemento de autentico pánico.
El relato lleva
por titulo: A dormir.
La soledad es mala compañera y su
compinche la tristeza me lo restriega todos los días a la cara. La próxima vez
que fallezca serán mis cenizas las que hablen.
Las noches de tormenta me dan miedo. Cuando
veo el primer relámpago cuento con inquietud el intervalo con el trueno, a
sabiendas de lo que va a ocurrir: Mi hermana pequeña, sentada en la mecedora
blanca que hay en el rincón, comienza a gritar, despertando a todos los
engendros que habitan en mi aposento. Intento calmarla pero no hay consuelo
posible, y eso que cada vez que visito su tumba se lo pido por favor: "Por
las noches, no grites... no grites". La miro y sus ojos suplicantes se
clavan bajo la cama. Le ruego, una y otra vez, que no me obligue a hacerlo....
que no me obligue; pero su boca mortecina amenaza con volver a gritar.
Me aterroriza mirar bajo la cama. Mis piernas comienzan a temblar
mientras el sudor aparece en mi frente. Me agacho apoyando mi mano derecha en
el suelo frío y, con la izquierda, agarro el faldón de la colcha para
levantarla mientras inclino mi cabeza y cuento hasta tres: uno, dos y... tres.
Boom explosión
de globo.
Debajo de la cama veo salir el vaho congelado de aquel que la habita.
Entonces doy un respingo hacia detrás, asustado, mientras mi hermana se parte
de la risa. La miro con cara de reproche y ella responde cerrando los ojos. Entonces
se duerme y aprovecho para cerrar la
persiana sin mirar a través de los
cristales. No quiero cruzar la mirada con los lúgubres ojos que tanto me aterran, siempre esperándome, agazapados
en la oscuridad. "¡Sombra mala!"
le digo.
Lo peor es cuando tengo que apagar la luz. Tengo que hacerlo rápido para
evitar que me sobe la mano asquerosa que habita en el interruptor. Cierro los
ojos, apretando los parpados y cuento hasta tres: uno...
Boom,
explosión de globo.
Lo
hago muy rápido, pero siempre me pilla. Me roza la mano y me cago de miedo,
porque es fría y asquerosa. Se me eriza
la espalda solo de pensarlo.
Ahora ya puedo irme a la cama. No sin antes, pasar frente al espejo de
cuerpo entero, que mi mujer compró con tanta ilusión. El que lo habita es el
que más me aterra, me da tanto miedo, que he tenido que cubrir el espejo con
una sábana blanca. No quiero, que el hombre vestido de negro, con su mirada
penetrante, me encuentre. Sus dientes afilados como agujas, los llevo grabados
a fuego en mi brazo, después de la última vez que nos vimos.
Y cuando por fin puedo acostarme, mi mujer me coge por detrás mientras
me pregunta con calidez... si la quiero. Yo asiento sonriendo mientras abrazo
el escotado vestido rojo con el que fue amortajada. Algún día os invitaré a una
fiesta de pijamas...
Boom,
explosión de globos
¡Buenas noches!
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